A pesar de las grandes dificultades de logísticas, la corriente comercial bilateral apenas se ha resentido desde que las tropas rusas invadieron Ucrania el pasado 24 de febrero, de acuerdo los datos del Ministerio de Economía de Brasil. Más bien lo contrario.

En fase ascendente desde el año pasado, las importaciones rusas acumularon 3.237 millones de dólares entre marzo y junio, más del doble del valor registrado en los mismos meses del año pasado (1.572 millones de dólares).

Asimismo, las exportaciones brasileñas bajaron apenas un 10 % en la misma comparación (521 frente a 577 millones de dólares), en medio del cerco de sanciones a Rusia.

Esta semana, el Gobierno de Jair Bolsonaro, que defiende una posición «neutral» ante el conflicto, avanzó que tiene «casi cerrado» un acuerdo para comprar diésel ruso «tanto como se pueda«.

«Estamos buscando proveedores de diésel seguros y muy confiables, y Rusia es uno de ellos», declaró el canciller brasileño, Carlos França, en la sede de la ONU, distanciándose de Estados Unidos y la Unión Europea, que han impuesto embargos graduales al petróleo ruso.

Especialistas en comercio internacional consultados por el portal Efe, rechazan que estos negocios sean un gesto de «apoyo político» a Putin.

«Brasil, en el fondo, persigue sus intereses«, dijo a Efe Victor do Prado, miembro senior del Núcleo de Comercio Internacional y Economía Global del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri).

Según el profesor Edmar Almeida, del Instituto de Energía de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio), sí aprecia «un esfuerzo diplomático» de la Administración Bolsonaro para que «Rusia venda sus productos a empresas brasileñas«.

LOS FERTILIZANTES RUSOS, CLAVES PARA BRASIL

El producto estrella de las importaciones rusas son los fertilizantes químicos, claves para la potente industria agrícola brasileña. En el primer semestre de este año respondieron por un 77 % de las compras.

Cabe destacar que Rusia es el principal proveedor de fertilizantes de Brasil. Una cuarta parte de los que consume vienen de allí.

Tal como lo indica Rodrigo Cezar, profesor de la escuela de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas (FGV), lo que ha hecho Brasil es «anticipar exportaciones con miedo de que Rusia no pueda seguir abasteciendo«.

Ese aumento de la demanda, unido a los problemas logísticos, ha hecho que se dispare el precio, afectando a la balanza comercial, según Cezar.

De esta manera, Prado, quien ocupó cargos directivos en la Organización Mundial del Comercio (OMC), recuerda que ese crecimiento viene de antes de la guerra, coincidiendo con la expansión del campo brasileño, que de igual forma aumentó las compras de fertilizantes de otros productores, como Marruecos.

En cuanto a las exportaciones, Brasil vendió principalmente soja (37 % del total) y azúcar (21 %) a Rusia en el primer semestre, sin que las ventas entraran en colapso por la guerra.

Mantener el flujo no está siendo fácil. Las sanciones han dificultado enormemente los pagos internacionales a bancos rusos.

Una de las salidas ha sido efectuarlos mediante las filiales que «muchas empresas rusas» tienen en países como «Kazajistán, Turquía, China e India», de acuerdo con lo que apuntó Gilmar Menezes, director ejecutivo de la Cámara Brasil-Rusia de Comercio, Industria y Turismo.

A diferencia de las potencias de Occidente, el Ejecutivo de Bolsonaro no ha adoptado -ni apoyado- sanciones contra Rusia, su socio en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

«Brasil no tiene tradición de imponer sanciones. Si existe una oportunidad de negocio, la hace«, sentencia Cezar.

Y AHORA DIÉSEL…

Dentro de esa aparente fluidez bilateral, Brasil, que ocupa un asiento temporal en el Consejo de Seguridad de la ONU, estima empezar a recibir diésel ruso en hasta «60 días», según adelantó Bolsonaro, quien destacó la necesidad de comprarle a quien «vende más barato».

«Rusia continúa haciendo negocios con todo el mundo, parece que las sanciones económicas no funcionaron«, anunció el líder ultraderechista, quien en febrero, en vísperas de la guerra, visitó en Moscú a Putin, con el que también habló por teléfono el 27 de junio.

Sin embargo, este último movimiento en relación al diésel ha impresionado a algunos analistas por la gran dificultad que supondrá su traslado desde Rusia.

Brasil, que importa casi un tercio del diésel que consume, tiene reservas por 50 días, según cálculos oficiales que se suman a las alertas por riesgo de desabastecimiento en el segundo semestre, cuando el país celebrará elecciones, en las que Bolsonaro buscará renovar su mandato.