La economía mexicana se encuentra en una época complicada, a pesar de que con sus particularidades, sigue la tendencia generalizada de turbulencia y se encuentra tensa por factores externos que han impactado a casi todos los países y sus habitantes. Sin embargo, el fenómeno es global, las respuestas de los gobiernos han determinado en cierta medida el ritmo y condiciones de la recuperación económica.

La administración de Andrés Manuel López Obrador cumple tres años y seis meses. En el medio llegó la pandemia de Covid-19 que alborotó las tendencias económicas, laborales y sociales a nivel mundial. Y cuando parecía que las vacunas habían logrado abrir la puerta a una “nueva normalidad”, en el momento que Rusia invadió Ucrania, ha repercutido de manera significativa a todos los países.

Desde el primer año de gestión oficial de López Obrador comenzaron los primeros cambios y transformaciones en las políticas públicas, la construcción del nuevo aeropuerto Felipe Ángeles, que hoy ya opera, la construcción del Tren Maya, la reforma laboral en materia de outsourcing, la reforma energética que ha incentivado la actividad en refinerías, los grandes programas sociales (Jóvenes Construyendo el Futuro, duplicar las transferencias a los adultos mayores y la histórica ayuda monetaria para personas con discapacidad), los incentivos al campo, y la lista continúa al corte de estos tres años y medio.

Frente a esta situación entre errores, aciertos y presiones externas lo más fácil es decir que el panorama es de claroscuros y, aunque así es, la realidad es un poco más compleja. Por una parte, se observaron algunos avances en materia social en su primer año de gestión y mejoras en indicadores económicos como el tipo de cambio, el consumo y la deuda pública. Sin embargo, por el otro, la crisis de violencia continúa siendo un reto, los precios siguen creciendo y los logros en materia social están en riesgo. Estabilizar la economía y poner “a los pobres primero” se pone complicado.

Inflación, sin tregua

En el recorrido de este año, uno de los indicadores que más preocupa es la tasa de inflación, que se ubicó en 7.65% durante mayo, de acuerdo con el Inegi. Con este resultado se sumaron 18 meses siguiendo una tendencia creciente, que no parece cesar. En México, estos niveles de inflación no se veían desde el 2001 y se explican porque los productos agropecuarios y los alimentos procesados son los genéricos que más se han encarecido, presionando al alza el INPC (Índice Nacional de Precios al Consumidor).

La tendencia creciente de los precios es una combinación de múltiples factores externos, desde el desajuste entre la oferta y demanda derivado de la crisis por Covid-19, hasta la escasez mundial de materias primas, la turbulencia en las cadenas de suministro alrededor del mundo y los obstáculos en el comercio internacional por los conflictos políticos y bélicos.

Aunque es un problema global, en países con brechas de desigualdad tan amplias, el golpe es diferenciado. Los hogares más pobres son los más afectados: durante mayo, la canasta básica en zonas rurales incrementó 11.9% en su costo, de acuerdo con cifras del Coneval. Igualmente, los hogares más pobres enfrentarían una tasa de inflación de un punto porcentual más alta que los hogares ricos, estimó el IMCO.

De la mano con la pérdida del poder adquisitivo, se han visto alzas en los niveles de pobreza laboral, los incrementos históricos al salario mínimo aplicados por la Secretaría del Trabajo desde el inicio de la administración morenista se han visto opacados por esta tendencia inflacionaria, las secuelas de la crisis económica por el Covid-19 y la reformulación del mercado de trabajo.

Bajo esta línea, se ha observado que el desempleo ha sido una de las variables que mejor se ha comportado a lo largo de estos años de gestión, alcanzando un nivel de 3.1% de la PEA durante abril del 2022, de acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi.

La tasa de subocupación se mantiene relativamente alta, lo que sugiere que la necesidad de empleo sigue latente.

En líneas generales, la economía mexicana sigue débil y el comportamiento del PIB lo confirma: durante este primer semestre del 2022 creció apenas 1.0% en cotejo con el trimestre previo y en el análisis interanual apenas logró un salto de 1.8% en términos reales.

Algunos expertos hablan de estanflación y otros señalas que todavía es temprano para diagnosticársela a México. Lo cierto es que las familias mexicanas están sintiendo los efectos y el gobierno sigue tratando de contenerlos.

Violencia, pendiente

Uno de los fenómenos que el gobierno de AMLO no ha logrado manejar es la crisis de violencia. Los asesinatos a periodistas y defensores de los derechos humanos, los feminicidios y los homicidios dolosos siguen en números impresionantes. 

Los homicidios apenas han logrado mantenerse en niveles de entre 33,000 y 34,600 cada año, de acuerdo con datos publicados por el SESNSP (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública). Y los feminicidios cada año han anotado un nuevo récord. En lo que va del 2022 ya se tiene conocimiento de, al menos, 11 periodistas asesinados.

México enfrenta miedo e incertidumbre: 7 de cada 10 mexicanos sienten miedo de vivir en sus localidades, reflejó la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana. Y entre las principales preocupaciones de las familias está el incremento de los precios, de acuerdo con los índices de confianza del consumidor. Todavía hay grandes retos para los próximos dos años y medio.