Dos meses después de la caída del Muro de Berlín, otro potente símbolo abrió en el centro de Moscú: Un nuevo McDonald’s.

Fue el primer restaurante de comida rápida estadounidense que abría en la Unión Soviética, lo que reflejaba la nueva apertura política de la era. Para Vlad Vexler, quien a sus 9 años estuvo esperando dos horas ese día para entrar a ese McDonald’s en la Plaza Pushkin de Moscú, en enero de 1990, el local era símbolo de su imaginada utopía occidental.

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“Pensábamos que la vida allí era mágica, que allí no había problemas”, relató Vexler.

Por ello fue muy emotivo cuando McDonald’s anunció que temporalmente cerraría ese local en Moscú, así como otros 850 en toda Rusia, en respuesta a la invasión rusa a Ucrania.

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“Ese McDonald’s es un símbolo de un optimismo que al final nunca se hizo realidad”, relató Vexler, hoy en día un autor y filósofo político viviendo en Londres.

“Ahora que Rusia está entrando en un período de contracción, aislamiento y pobreza, uno recuerda esos momentos y se pregunta qué pudo haber sido”, añadió.

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McDonald’s indicó en un comunicado que “en estos momentos, es imposible predecir cuándo podremos reabrir nuestras sucursales en Rusia”. Sin embargo, seguirá pagándoles a sus 62.500 empleados rusos. La compañía calcula que el cierre le costará unos 50 millones de dólares al mes.

Afuera de un McDonald’s en Moscú la semana pasada, el estudiante Lev Shalpo lamentó el cierre.

“Me parece terrible porque es el único lugar que yo podía pagar para comer”, expresó el joven.