La creciente crisis económica mundial generada por la pandemia del coronavirus ha hecho que los inversores busquen, casi desesperadamente, activos de refugio que les permitan hacerle frente a una recesión que, según datos estadísticos, será peor de lo que pensamos.

Han sido tantas las complicaciones por el Covid-19 que el crudo ha bajado, los mercados han sufrido desvaríos, el dólar tiene una tendencia a la baja casi perenne y las bolsas viven con temores y miedos todos los días.

No suficiente con eso, las tensiones geopolíticas no dejan de hacer presencia. Estados Unidos y China, las dos principales potencias económicas de nuestro mundo, aumentaron en su crisis política hace poco más de una semana; y ha escalado hasta incluso poner en tela de juicio una app de videos cortos, llamada TikTok, que tiene firma asiática. Todo, desde luego, forma parte de lo mismo.

El hecho es que todas estas situaciones han enmarcado a las poblaciones, inversores, emprendedores, empresarios y todos aquellos quienes forman parte del ecosistema económico mundial; en una búsqueda permanente por no caer en default. Se hizo necesaria tener esa ‘caja chica’ en casa. Ahora más que nunca.

Ahí entra el oro. Ese metal precioso, valioso, bien valorado desde tiempos de antaño; que ya hoy pasó a costar más de 2.000 dólares por cada onza, alcanzando su máximo histórico. Parece increíble, pero es que los grandes inversionistas decidieron acoplarse ‘a la antigua’ y prefirieron atarse a un activo que, por los vientos que soplan, no dejará de posicionarse bien ante los mercados.

Hay que recordar pues cuando nuestros antepasados comercializaban con este metal. Siempre ha sido un objeto de gran relevancia y por eso ya hoy existen estimaciones aproximadas de entre 2.300 y hasta 3.000 dólares por onza.

No es mala idea entonces respaldar activos importantes en oro. De hecho, es una opción que todos deben considerar, ya que el pronóstico económico, que cada día se aproxima más, no es para nada alentador. Es necesario, para todos, tener alguna forma de hacerle frente a semejante crisis que amenaza con aumentar la pobreza, la desigualdad y hasta el hambre en los países y regiones más atrasadas.

No hay que ser expertos

No hace falta tener un máster, ni ser economista sénior de alguna importante firma; solo basta con tener materia gris y sentido común para saber que si no respaldamos nuestros activos o ingresos, sin duda, vamos a sufrir económicamente.

No es juego. El Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó hace poco una recesión bastante profunda para este año y una recuperación mucho más lenta para el 2021. Si nos vamos a las cifras, hablamos de una contracción del 4,9%, una rebaja de 1,9%; y una recuperación con crecimiento positivo de apenas 5,4% el año que viene.

Y en números redondos, pues, la cosa es peor. Las proyecciones ya implican una pérdida acumulativa para la economía de todo el mundo y durante dos años (2020-2021) de no menos de 12,5 billones de dólares. Sí. Billones. Será la peor recesión desde la Gran Depresión, y eso ya hace casi un siglo atrás.

El tema es que el haber cerrado negocios, empresas, locales, compañías y demás aristas que le dan ese impulso económico y alimentan el Producto Interno Bruto de cada país; tendrá, sin duda, una consecuencia magnánima y es responsabilidad de cada quien resguardarse en lo que se pueda.

Por eso, insistimos, el oro no es mala idea. Es un metal que, además de servir de prenda en muchas damas y caballeros, permitirá respaldar, de forma segura, eficaz y eficiente; los activos de los inversores que, cual hormigas cuando cae la lluvia, huyen para protegerse. Pero en este caso, el agua se convierte en un espantoso panorama, un oscurísimo nubarrón que promete de todo menos estabilidad.

@jherreraprensa