El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió este martes sobre los efectos devastadores que para las economías de media Europa (especialmente en el este y el centro del continente) tendría un hipotético cierre total del grifo del gas por parte de Rusia.

De acuerdo con un informe publicado por la institución financiera internacional, los países más dependientes podrían ver caer su producto interior bruto (PIB) en torno a un 6%, mientras que en Alemania –el motor económico de la Unión Europea–, el PIB caería cerca de un 3% en caso de cierre total. En el caso de España, mucho menos dependiente del gas proveniente de Rusia, el efecto sería más limitado, y la caída del PIB se situaría en torno al 1%, igual que en el caso de Francia.

Los países cuyas economías se resentirían más ante un bloqueo total por parte de Rusia –una opción con la que cada vez se especula más– serían, por este orden, Hungría, Eslovaquia, la República Checa, Italia, Alemania, Austria, Rumanía, Eslovenia, Croacia, Polonia y los Países Bajos. De los cuales, los cuatro primeros (Hungría, Eslovaquia, la República Checa e Italia) son los que experimentarían una caída de la actividad de alrededor del 6% del PIB.

En todos ellos, salvo en el caso de Italia, existe el riesgo de que si Rusia corta el gas, el suministro caiga hasta en un 40%, apunta el FMI.

Estos impactos podrían verse mitigados si se logran fuentes de suministro alternativas, se alivian los cuellos de botella en las infraestructuras, se promueve el ahorro energético y aumentan los acuerdos de solidaridad entre países para compartir gas”, indicó el informe.

De esta manera, el FMI también calculó el impacto que tendría para la economía de cada país la pérdida total de acceso al gas de Rusia si los miembros de la Unión Europea respondiesen como un mercado integrado, es decir, repartiéndose el suministro como un solo bloque y en función de las necesidades de cada uno.

Al momento de usar este escenario hipotético, la caída del PIB en los países más dependientes es significativamente inferior a cuando estos deben hacer frente al cierre del gas por sí mismos, y en lugar de rondar el 6%, este porcentaje cae hasta una horquilla de entre el 1% y 3%. Para los países menos dependientes del gas ruso, sin embargo, este segundo escenario es más negativo, puesto que deberían repartir su suministro con el resto de Estados miembros, de manera que países como Bulgaria, Irlanda, Grecia o Luxemburgo saldrían perdiendo.

Por su parte, el gas ruso cubre el 40% de las necesidades de Europa, que por ahora ha decidido no vetar la compra del combustible a Rusia, aunque el país eslavo ya ha cortado total o parcialmente su suministro a 12 Estados miembros.

En los últimos meses han disminuido en casi un 30% las entregas a Europa mediante Ucrania y en un 60% las que efectuaba a través del gasoducto Nord Stream, que transporta gas ruso directamente a Alemania por debajo del mar Báltico.

Este gasoducto se encuentra en estos momentos en parada técnica por un “mantenimiento planificado” y su viabilidad es incierta debido a los problemas en la revisión de turbinas que se ha encontrado Rusia por las sanciones occidentales, conforme ha advertido la compañía estatal rusa Gazprom.

El ministro alemán de Economía y Energía, Robert Habeck, manifestó a principios de julio su preocupación por la posibilidad de un “bloqueo” completo del oleoducto Nord Stream con la excusa de que se está reparando.

Por ello, tal como lo señala Habeck, no sería “súper sorprendente” si, tras el fin de las labores de puesta a punto, Gazprom afirmara que “por desgracia ya no lo podemos reactivar, hemos encontrado algo durante el mantenimiento y se acabó”.