El anuncio del canciller alemán, Olaf Scholz, de bloquear la certificación del gasoducto Nord Stream 2 como respuesta al reconocimiento por parte de Rusia de las repúblicas separatistas prorrusas de Ucrania en el Donbás, es el penúltimo capítulo de un gasoducto controvertido desde su origen.

«No puede haber certificación» de esa infraestructura, afirmó Scholz en una comparecencia ante la prensa en Berlín en la que aseguró que «la situación ha cambiado» tras el reconocimiento por parte del presidente ruso, Vladímir Putin, de las autoproclamadas repúblicas prorrusas.

Tanto desde Estados Unidos como desde el propio tripartito de Scholz -especialmente, entre los socios Verdes, contrarios a ese gasoducto desde antes de entrar en el Gobierno- se había dado por hecho que no entraría en funcionamiento en caso de invasión.

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El gasoducto había generado discusión política prácticamente desde su gestación justamente por el temor, sobre todo en el este de Europa, de que crease una dependencia energética de Rusia.

La primera en vincular a posibles sanciones la entrada en funcionamiento del gasoducto, cuya construcción terminó en 2021, fue la ministra de Asuntos Exteriores, la verde Annalena Baerbock.

En caso de una nueva agresión rusa contra Ucrania «tenemos a disposición una gama de respuestas que incluyen a Nord Stream 2», afirmó en una intervención desde el Parlamento, en enero.

Scholz esquivó hasta ahora cualquier pregunta al respecto, aunque recordó el acuerdo alcanzado con EEUU, por el que Washington retiró la amenaza de sanciones sobre el gasoducto, aun con Angela Merkel en el poder y que implicaba que no entraría en funcionamiento en caso de un ataque ruso a Ucrania.

Proyecto nacido bajo Putin y Schröder

Nord Stream es un sistema para transportar gas de Rusia a Alemania y otros países europeos a través del Báltico y consta de dos gasoductos: Nord Stream 1, que empezó a funcionar en 2011, y Nord Stream 2, que se terminó de construir el año pasado pero que no había recibido aún la licencia para entrar en funcionamiento.

Nord Stream 1 es propiedad de un consorcio cuyo accionista mayoritario, con un 51 por ciento, es el gigante ruso Gazprom y el resto se lo reparten Winterhall Dea, E-on, Gasunie y Engie. Nord 2 pertenece en su totalidad a Gazprom.

Los planes de crear una vía a través del Báltico para transportar gas a Alemania -con lo que Gazprom se ahorraba pagar derechos por el paso a través de Polonia y Ucrania– se fraguaron en una época de excelentes relaciones entre Rusia y Alemania y entre el canciller alemán de la época, Gerhard Schröder, y Putin.

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Schröder y Putin asistieron a la ceremonia de la firma del acuerdo entre las empresas el 11 de abril de 2005, unos meses antes de la derrota electoral del entonces canciller socialdemócrata por la conservadora Merkel y la formación de su primera gran coalición de gobierno.

Inicialmente el proyecto fue apoyado por la UE, pero en 2005 la situación cambió cuando, debido a facturas por pagar, Gazprom cortó el suministro de gas a Ucrania.

Para Alemania la ventaja del transporte a través del Báltico era que le garantizaba el suministro de gas y hacía que este no se viera afectado por posibles conflictos políticos con otros países.

Tanto entonces como ahora para Alemania era clave asegurarse el suministro de gas ruso debido a que, con el proceso de abandono de la energía atómica, que se había iniciado en 2002 por decisión del gobierno roji-verde de Schröder, se necesitaban alternativas mientras avanzaba el fomento de las renovables.

El gas ruso y la transición energética

El adiós a la energía nuclear se consumará este año, con el cierre de las últimas tres plantas del país. Según el ministro de Economía y el Clima, el verde Robert Habeck, el 55 por ciento del gas que se utiliza en Alemania proviene de Rusia.

Nord Stream 2 respondía al mismo principio de optimizar el transporte de gas ruso hacia Alemania e inicialmente se planteó como proyecto común de Gazprom con varias empresas europeas que, sin embargo, se retiraron del proyecto.

A los recelos de varios socios europeos -entre ellos, Francia– se sumaron las amenazas de sanción por parte de Estados Unidos, que finalmente se retiraron tras obtener de Merkel las mencionadas garantías respecto a Ucrania.

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La llegada al poder de Scholz al frente de su tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales, el pasado diciembre, se produjo en pleno recrudecimiento de la crisis ucraniana. Sobre Scholz cayeron las presiones -dentro de su propio partido- para desvincularse del Nord-Stream 2, mientras Schröder lo defendía desde su condición de político retirado y acusaba a Ucrania de provocar «ruido de sables».

La oposición conservadora ha aprovechado la ocasión para tratar de sacar los colores a los socialdemócratas, mientras desde las actuales filas gubernamentales que Merkel no se planteó detener el proyecto en sus 16 años en el poder, ni siquiera a raíz de la invasión de Crimea (2014).

Fuente: EFE.