Sin duda en algunos países se les cambia el nombre a los productos, por ejemplo, en España se ha utilizado alguna vez la palabra “dodotis” para hacer referencia a unos pañales, o “crispis” para los cereales, o quizá suelen llamar “nocilla” a cualquier dulce de chocolate para untar.

En general, estas palabras tienen en común el hecho de proceder de nombres de marcas comerciales.

El manejo del nombre de una marca como característico común es un fenómeno englobado en la metonimia y se ha vuelto tal usual que de hecho en muchas oportunidades se olvida su origen como nombre propio, como sucede con náilon (de la marca Nylon) o celo (de Sellotape).

El diccionario de la RAE termino recogiendo términos como clínex (Kleenex), típex (Tipp-ex), papel albal, pósit (Post-it), potito (Potitos), rímel (Rimmel) o maicena (Maizena) por lo común de su uso.

Algunas de estas difundidas metonimias se han producido en torno al pan de molde, repetidamente llamado “pan Bimbo” en España. Motivado a su apabullante éxito y su conquista del léxico en este país, se trata de una compañía mexicana. Donde también, la historia de su nombre no tiene nada en común en cuanto al pan.

La empresa Bimbo comenzó operaciones en México el día 2 de diciembre de 1945, a pesar de que la idea de crear una panificadora nació dos años antes. Un inquietante documento histórico da a conocer que la marca que todos conocemos podría haber tenido un nombre completamente diferente: se han conservado dos hojas de papel amarillento con una lista de los nombres que se barajaban, algunos de ellos tan pintorescos como “Popo”, “Aramis”, “Pimpinela” o “Capicholí”.

De todas estas opciones concretaba la que finalmente fue escogida, una palabra que en castellano no tiene significado y que tampoco tiene relación alguna con los nombres o apellidos de los fundadores de la compañía. Se cuenta que viene del juego de azar “bingo” y la película de Disney “Bambi”: una mezcla sin sentido que simplemente se escuchaba bien y que, por pura suerte, terminó siendo todo un éxito.

Algunos dicen erradamente que el nombre de Bimbo procede de la unión de las dos películas de Disney «Bambi» y «Dumbo«, algo que la misma empresa contradice en su página web.

Tiempo después de su reconocido lanzamiento, de manera que el negocio se iba expandiendo más allá de las fronteras de México (al mundo), sus fundadores descubrieron que la palabra “bimbo” tenía otros significados en distintos idiomas y la fortuna quiso que fueran que ni pintados: en italiano, por ejemplo, es una manera corriente de llamar a los niños y en China el fonema utilizado para referirse al pan suena muy parecido a “bimbo”.

El protagonista de la imagen conocido como el osito del logotipo, diseñado desde 1945, ha ido figurando en productos y conquistando mercados hasta volverse aquel proyecto de empresa que hacía brainstorming en una sencilla hoja de papel en la mayor panificadora del mundo. Ahora bien, ¿será que hubiera tenido la misma conquista si el nombre hubiera sido pan Popo?